martes, 20 de junio de 2023

"BORN TO BE WILD"

Steppenwolf - born to be wild
 

    Esta es una de las canciones con las que a menudo me he sentido identificada, al menos una parte de mi, la que pocas personas conoce... como esa cara oculta de la luna...

    Esa parte que ha hecho que me niegue a maquillarme antes de ir al trabajo (o instituto, o facultad) por no privarme de horas o minutos de sueño... el que aun siendo bajita, apenas haya usado tacones por sentirlo una esclavitud,  o mostrarme sin artificios a la persona que me ha gustado... (porque soy lo que soy y quiero que me acepten tal cual, sin sorpresas). 

  Ese lado salvaje, también ha hecho que (salvo ocasiones puntuales) siempre lleve el pelo largo... y no por la estética, sino porque me gusta sentir como se mece al viento, a la vez que suena sobre mis hombros al caminar...  

  Es un placer del que no me quiero privar... sin miedo a despeinarme... porque incluso enmarañado tiene su encanto... como cuando lo baña la sal del mar. 


    Cuando tengo la oportunidad, 
me subo al columpio junto a Mindy,
 para sentir mi pelo volar... 
...es una sensación de libertad casi mágica...




La cabellera femenina


    Una polémica con muchas derivadas y una de ellas es la importancia del cabello como símbolo en las mujeres a lo largo de la historia.. 
    La cabellera femenina puede significar muchas cosas dentro de un contexto social. Desde el objeto fetiche, el erotismo o el empoderamiento hasta la humillación pública, como sucedió, por ejemplo, al acabar la guerra civil española, cuando el bando nacional rapaba “a las rojas”, o como sucedió en Francia, donde cerca de 20.000 mujeres consideradas colaboracionistas con los alemanes fueron rapadas.

   La cabellera ha servido también 
como símbolo e inspiración para poetas y artistas
casi siempre con una mirada misógina 
cargada de sentido erótico o elemento de seducción.

   Y de ese recorrido histórico se encarga el libro “La cabellera femenina”, de la historiadora Erika Bornay, investigadora especializada en la iconografía de la mujer en el arte.

    Un libro que dialoga con la poesía y la pintura y que introduce al lector en las diversas modalidades del arte de la seducción femenina, en el lenguaje estético de los artistas y en cómo éste ha ido cambiando a lo largo del tiempo.

    Con prólogo de la historiadora irlandesa Mary Nash, el libro está repleto de impresionantes imágenes (124) y se centra en los mitos eróticos de la sociedad masculina.   
  
    El cabello en la mujer, aquella “corona real de la feminidad”, como la calificó Paracelso, también encontró condenas y restricciones morales y religiosas a lo largo de la historia.

    La primera edición del libro fue una gran aportación de la historia del arte, al explorar la cabellera como dispositivo central del universo femenino. 
    "En la actualidad conserva resonancias contemporáneas sobre prácticas artísticas claves para una relectura del significado de la moda de la cabellera de las mujeres jóvenes del siglo XXI o de las estéticas actuales de Instagram”, dice Nash en el prólogo.


    Atributo femenino, agente fetichista
    La autora considera la cabellera como atributo femenino y agente fetichista y realiza un friso histórico que recorre desde “las aterradoras víboras de la cabellera de la Medusa de Caravaggio; la letal ‘femme fatale’ de Salomé, de Munch; las representaciones de signo religioso de María Magdalena de Murillo, Ribera y Tiziano; la autorrepresentación de Frida Kahlo, hasta la iconografía floral de las cascadas de cabellera que se funden con la naturaleza del agua y de las plantas en las obras de De Feure, pero también incluye la mirada de otros grandes como Beardsley, Rosetti o Klimt.

    Frida Khalo, en su “Autorretrato con el pelo cortado” (1940) incluido en el libro, escribe en su margen superior: “Mira que si te quise fue por tu pelo, Ahora que estás pelona ya no te quiero”. Aquí la autora habla del autocastigo que se inflige la artista y recuerda que “cortarse el pelo era una ancestral manera de infligirse un castigo, una penitencia".

    “Tenía que saberlo Sor Juana Inés de la Cruz -escribe Bornay-. Con aquel tesón que era uno de los rasgos de su carácter, para aprender gramática se autoimponía un reto: si en un plazo determinado no había conseguido memorizar el tema de estudio, se cortaba cinco o seis dedos de pelo de su larga melena. Caso de reincidir en su ineficacia, no dudaba en volver a utilizar las tijeras”.

    Tijeras que, destinadas a este uso -continúa-, merecieron la condena de Don Francisco de Quevedo, por entender que ‘ofendían el cabello’. El poeta admiraba las ‘luengas cabelleras de las bellas’, como recuerda en un soneto de sus Poemas amorosos. "Cómo pudiera ser hecho piadoso, dar licencia villana al duro acero para ofender cabello tan hermoso”.


    Misoginia en el arte
    La pintura también dialoga con los textos poéticos de John Keats, Quevedo, San Juan de la Cruz, Blas de Otero, Rilke, Machado o García Lorca, entre otros.

    “Codificada como objeto de culto masculino, las pinturas muestran toda una gama de performatividad de la cabellera, su poder seductor, su desvelo como juego erótico o su presencia como umbral de pecado, de la vida, de la muerte, o de la naturaleza”, añade Nash. En definitiva, una historia del arte plagada de misoginia, repleta de obras canónicas de largas y onduladas cabelleras.

    Bornay también habla en su libro de la cabellera ígnea, del color de fuego, los cabellos enlutados, las negras cabelleras y “cómo se ha celebrado tradicionalmente a la mujer blanca y de pelo rubio” en lugar de a la mujer “mas o menos oscura y pelo negro”.

    La historiadora indaga en otros símbolos en la historia el arte, como los rizos o trenzas, y dedica un apartado al velo y los cabellos cubiertos, bajo el epígrafe “Las cancelas de la cabellera: el velo y la toca”.


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