Los tartesios vivían en el valle del Guadalquivir desde antes de la edad del bronce (a finales del segundo milenio anterior a nuestra era). Constituyeron el primer estado organizado de la Península Ibérica y adquirieron una extraordinaria personalidad política y cultural.
Su capital, también llamada Tartessos, descubierta por los griegos hacia el 630 a.C. y, más tarde, por los fóceos, que fundaron una colonia (Mainake), estaba situada a poca distancia de la desembocadura del gran río bético. Así lo cita Rufo Festo Avieno, en un periplo de su poema Ora Maritima, datado aproximadamente en el siglo VI a.C. Arqueológicamente se hace muy difícil su constatación ya que no han tenido éxito las búsquedas que se han hecho de sus restos en Sevilla, Huelva y Cádiz, especialmente en las desembocaduras de los ríos.
Aunque el origen de los tartesios es desconocido, se les atribuye una procedencia etrusca o africana.
Sin duda fueron los primeros pueblos ibéricos que se relacionaron con las civilizaciones del Mediterráneo oriental (fenicios y fóceos), llegadas al litoral peninsular con objetivos mercantiles. Comerciaban con lino, esparto, cáñamo y sobre todo metales. Los Tartesios explotaban las minas circundantes (cobre, plata...) y controlaban el estaño del noroeste peninsular, minerales todos ellos demandados por los comerciantes fenicios establecidos en las costas y, más adelante, por los griegos en dura competencia. Por ello Tartessos alcanzó mucha importancia y su mayor prosperidad y expansión se dio entre el 700 y el 535 a.C. Será el apoyo tartesio a los helenos el causante de su ruina, ya que se deja de tener noticias suyas a partir de esa fecha (535 a.C.), víctimas del expansionismo cartaginés, aunque también se ha apuntado como causa la competencia de los griegos de Massalia (la actual Marsella) en las rutas del estaño occidental.
La leyenda tejió en torno a los tartesios toda clase de fábulas. Se dijo que poseían una numerosa flota con áncoras de plata creada por el rey Gerión, un ser de tres cabezas que cayó muerto a manos de Hércules. También se mencionaba a otros reyes: Norax, nieto de Gerión, que llegó hasta Cerdeña; Gárgoris, descubridor de la miel y fundador de otra dinastía; su hijo adoptivo Habis, que inventó la agricultura y dividió al pueblo en siete clases sociales; y el legendario rey Argantonio, el que más visos de historicidad posee y que según Heródoto vivió 120 años (670 - 550 a.C.) y reinó durante 80 (630 - 550 a.C.). Bajo su reinado viajó hasta allí el navegante Kolaios de Samos, el cual a su vuelta a Grecia dio a conocer las fabulosas riquezas de la zona, inaugurando así una breve pero próspera época de relación comercial entre los griegos de Fócida y los tartesios. Argantonio fundamentó el mito de la felicidad y la riqueza de Tartessos y el reino alcanzó su máximo esplendor. Dominó toda la actual Andalucía y el Levante español, hasta Alicante. Según Heródoto, ofreció asilo en su reino a los fóceos, temerosos de los persas.
Es en la Biblia donde aparece por primera vez el nombre de Tarsis (Tartessos) cuando se indica el país donde los fenicios acudían con sus naves en busca de metales.
Los tartesios empleaban un alfabeto que guarda mucha similitud con el ibero. El geógrafo griego Estrabón afirma que poseían numerosos poemas escritos en prosa y que se regían por leyes redactadas en verso.
Otro autor griego, Posidonio, asegura que estos textos se conservaban un siglo antes de nuestra era pero que desaparecieron tras la ocupación cartaginesa.
En Tartessos floreció un arte orientalizado que se caracteriza sobre todo por la orfebrería. Son importantes los hallazgos de numerosísimos objetos, como los tesoros de La Aliseda y Carambolo, en necrópolis y poblados que van siendo constantemente descubiertos y excavados.
Los pueblos turdetano y túrdulo recogieron su herencia.
CIUDADES: Tartesios, Gades, Carteia, Melaria, Baelo, Menestheo, Asta, Nebrissa, Ébora, Hispalis (Sevilla), Ilipa (Alcalá del Río), Astigi (Écija), Carmo (Carmona), Obulco (Porcuna), Munda, Urso, Tucis, Julia, Ategua, Onoba (Huelva), Sisapón.
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